sábado, 21 de febrero de 2015

DESCENDENCIA FILIAL IBÉRICA


Abelardo López Pérez (Abengibre, Albacete, 9  de febrero del 2015)



Dentro del complejo mundo funerario de la Cultura Ibérica, la arqueología está proporcionando interesantes lecturas interpretativas encaminadas hacia una reconstrucción del retrato social deducible del estudio de los ajuares funerarios. No obstante, rebasados los problemas cronológicos, espaciales, tipológicos, rituales e incluso  osteológicos y paleopatológicos que analizan los restos incinerados humanos, persisten en la penumbra casi todos los relacionados con los ideológicos, y permanece en la total  oscuridad  la forma de pensar, sentir o actuar de su pasado. Esto se debe en gran medida al desconocimiento simbólico de los materiales depositados.
  No dudo de la ciencia arqueológica, único medio de averiguar el pasado ante la ausencia de documentos escritos. Pero bien es cierto que hasta el momento ha dado muchos palos de ciego a la interpretación de los motivos iconográficos en los objetos, en este caso los depositados como ajuar. En general, temas heroicos y cosmogónicos basados en la mitología griega, disfrazan incesantemente la realidad cultural ibérica. Considero que estas pautas de entendimiento se remontan a los primeros indicios historiográficos de  estudios científicos, tomados como una norma general del mundo clásico, y que en más 100 años de estudios ibéricos no han aclarado la penumbra y oscuridad referida.
Tal y como mencionan los autores C. y F. Gómez Bellard (1989), la valoración de los objetos que acompañan a los muertos es bastante compleja, y se tiende abusivamente en Arqueología a considerarlos en términos de riqueza, cuando no siempre contamos con elementos suficientes para saber que significa ese concepto en estas o aquellas culturas.  
A esta revisión conceptual hay que añadir que, en la práctica del rito funerario se depositan materiales que no obligadamente han de ser considerados ajuar personal del difunto (en Blánquez Pérez, 1997). Y a su vez, estos materiales pueden contener mensajes socio-políticos. Pero el contexto funerario atribuido no permite ver más allá del arte fúnebre, no sólo en el mencionado concepto de riqueza, también en el ideológico asociado siempre a la religión o al mito.
La búsqueda de nuevos paradigmas en lectura del mundo funerario ibérico puede responder a dinámicas comparadas en el marco del surgimiento de estados arcaicos en el Mediterráneo antiguo, no sólo como análisis de un modelo formal, sino también iconográfico. En este pequeño pero interesante  estudio analizaré la simpleza ornamental o decorativa de un objeto y su simbiosis iconográfica con el envase contenedor.
Uno de los envases  más emblemáticos del periodo Ibérico Antiguo, presente en la mayoría de las necrópolis de entre el siglo VI y V  a. C., es la llamada urna de orejetas perforadas. Se trata de un vaso de origen oriental que muestra tapadera de cierre hermético permitiendo la función idónea de urna cineraria. Su decoración principal,  realizada a base de finas líneas paralelas que circundan el envase, denominadas filetes por la arqueología,  no aparenta ser algo más que una típica decoración, aunque pueden trasmitir un mensaje simbólico de indudable valor cultural. La comprensión de su significado simbólico nos puede abrir los ojos más allá de un contexto funerario, ya que no sólo su narrativa lo permite, también lo corrobora su abundante representación fuera de dicho contexto.
Considero necesario tener una visión amplia del género iconográfico ibérico para comprender su sentido interpretativo. Su análisis no debe limitarse a la valoración de un marco geográfico concreto, sino compartido con las influencias mutuas de los diferentes pueblos que habitaron, no sólo la Península, también la constelación mediterránea.
Todo estudio debe de tener una base científica para facilitar su análisis. Para demostrar que el símbolo es determinativo (indica el sentido más amplio de una palabra)  hay que  analizar ciertas normas del código iconográfico. La combinación de tres pasos a seguir: Cualidad trascendental de los elementos representados. Simbiosis narrativa con el soporte. Y la ambigüedad analógica del símbolo como un concepto preconcebido en la Antigüedad.
El motivo elegido al que se debe aplicar estas normas es el filete o conjunto de finas líneas paralelas que circunda el objeto. Sin duda se trata de un motivo presente en gran parte de objetos del mundo ibérico (cerámicas, orfebrería, empuñaduras de armas, fíbulas anulares, campanitas, etc.). Su abundante y persistente representación sobrepasa lo meramente ornamental y puede delatar su gran importancia para dicha sociedad. Pero es en la cerámica  donde es más susceptible  de visualizar su representación a lo largo, aproximadamente seis siglos, de la existencia de los pueblos ibéricos. 
 La cualidad trascendental de este motivo se halla inmerso en la palabra asignada por la arqueología  a dicha línea fina, “filete”. La palabra filete deriva del latín “filum” (hilo) y de ahí también deriva la palabra “fila”. Su propia representación ordenada en filas paralelas nos indica su acepción inmersa en la causa-efecto que produce. De ahí  la palabra elegida y su ambigüedad. La palabra “fila” en nuestro propio lenguaje trata del conjunto de  personas o cosas colocadas en línea, y también  significa la línea que los  soldados  forman de frente, hombro con hombro.
Si existe un motivo casi inseparable  del conjunto de líneas paralelas (filetes) en las manifestaciones de pintura vascular correspondiente al periodo del Ibérico Antiguo esa es la banda o línea ancha  de tinta plana. La palabra banda quiere decir gente armada que no forma parte de un ejército regular. Pero originalmente designa un grupo de gente. Donde quiero conducir al lector es a la comprensión narrativa del conjunto, y para ello analizo un correlato o simbiosis entre estos dos motivos, entre estas dos palabras, fila y banda. La fila trata del conjunto de personas y la banda de grupo de gente. De ahí extraigo la palabra “filiación”.
La palabra filiación quiere decir procedencia, lazo de parentesco de los hijos con sus padres. Indudablemente la cohesión de estas palabras con la Cultura Ibérica delata el origen y arraigo tradicional de su propia cultura, que tras el periodo orientalizante surge una palpable filiación fenicia que marca el inicio de lo genuinamente ibérico. Y la urna de orejetas es una prueba de ello. Su popularidad, decoración a base de bandas y filetes y el propio contenido que en ocasiones oculta en el contexto funerario, no deja lugar a dudas. Me refiero a la incineración infantil presente en su interior, al hijo que demuestra un lazo de parentesco entre las personas o grupo de gente enterrada en la necrópolis.
Tal y como puede ser el caso aparecido en la necrópolis de Puig des Molins (Ibiza) donde la incineración infantil, considerada de principios del siglo III a.C., aparece dentro de una pequeña urna de orejetas con decoración pintada de filetes (en Gómez Bellard, 1983). Citando otros casos –no necesariamente de urna de orejetas- documentado por la arqueología, la sepultura nº 13 de la necrópolis fenicia del Cortijo de las Sombras (Frigiliana, Málaga), considerada de entre los siglos VII y VI a. C., muestra incineración infantil dentro de una urna con decoración de líneas parales en pintura negra vinosa (en Arribas y Wilkins, 1969). La  urna de la sepultura infantil (nº 77 a) de la necrópolis alicantina de Cabezo Lucero (en Aranegui et ali. 1993), muestra decoración de bandas y filetes. Dichos envases, en ocasiones contienen como ajuar una pequeña campanita de bronce. En la sepultura infantil (nº 62) de la necrópolis de Los Villares en Hoya Gonzalo, Albacete (en Blánquez 1990), contiene como ajuar una pequeña campanita de bronce y cerámica pintada a base de filetes.




             
Sepultura infantil de la necrópolis de Los Villares y  el poblado de Castellet de Bernabé
(a partir de Guérin et ali. 1989, y Blánquez 1990. En Chapa Brunet, 2003, fig. 5 y 6 respectivamente).



Según los autores C. y F. Gómez Bellard (1989), las campanitas son también un elemento muy usual en los enterramientos infantiles de la Ibiza fenicio-púnica en el Puig des Molins. Igualmente encontramos importantes pruebas arqueológicas de la presencia de campanitas en enterramientos infantiles en el levante peninsular, un buen ejemplo lo tenemos en Castellet de Bernabé (Lliria, Valencia), ya que no se trata de una incineración, sino de una inhumación que permite contemplar su posición colgante en el cuello del esqueleto. En este caso no es una necrópolis, sino en el subsuelo de habitación del Departamento 3, en una tinajilla con decoración en rojo vinoso de bandas y filetes (en Guerin, 2003). Este enterramiento considerado de inicios de ocupación del poblado (siglo V a. C.), no es el único en Castellet de Bernabé. Se dan más casos, incluso con cerámica decorada con bandas y filetes, como el hallado en el Departamento 7. Sus descubridores mencionan la posibilidad de tratarse de un ritual o de un sacrificio de carácter fundacional. Sea lo que fuese, ritual o sacrificio, lo cierto es que estas campanitas muestran en su contorno las finas líneas paralelas que simbolizan la filiación, procedencia, lazo de parentesco de los hijos con sus padres, manifestando una vez más el arraigo tradicional  de la Cultura Ibérica.
                                                     

Campanita de bronce del siglo IV a. C. (Exposición Arqueológica de Abengibre, Albacete).






                   
Sepultura infantil de Castellet de Bernabé (Museo de Prehistoria de Valencia).



Otro caso, inédito, de posible incineración infantil es el aparecido por la acción del arado en un estado muy fragmentado, en el término de El Herrumblar (Cuenca). Se trata de una urna de orejetas, que por su reducido tamaño y la presencia de campanita entre los fragmentos hallados en superficie, sugiere una incineración infantil. Muestra cuerpo esférico  de  16´5 cm. de diámetro y 12 cm. de altura, pie indicado con fondo rehundido, pasta interior de color marrón y exterior gris con una fina capa o engobe beige. Decoración casi perdida de doble banda de filetes situados en centro y próximo al borde. La campanita de bronce con tipología del siglo V- IV a. C. tiene 4 cm. de altura y 2 cm. de diámetro máximo, no conserva  badajo y muestra 3 líneas paralelas circundantes. Se conservan fragmentos de la tapadera y partes de otra algo más grande, de pasta interior gris y exterior beige. Una observación, el cuerpo del envase conserva un pequeño orificio poscocción realizado adrede.

                                   
      
   Urna de orejetas y campanita de El Herrumblar (Propiedad particular).

Las campanitas, consideradas por algunos autores amuletos protectores, no lo han dicho todo, ya que hay que aplicar la cualidad trascendental de dicho objeto. Dicha cualidad es aquella que puede rebasar el tiempo y el espacio con una evidente comprensión.         Una comprensión que se halla inmersa en la función principal que tienen las campanas, y esta no es otra que la de llamar, o mejor dicho invocar. Invocar es pedir con ruegos la ayuda, la protección de uno, y también es alegar una ley, costumbre o razón. Esto supera lo meramente especulativo o subjetivo del investigador y nos conduce hacia la realidad, ya que es muy evidente el uso de la campanita en el ritual funerario infantil: invoca con ruegos la ayuda y protección del difunto. Y también está manifestando la alegación de una ley, costumbre, arraigo o filiación de una cultura.
Esta lectura iconográfica contiene un enorme sentido dialéctico, reflejo esencial de la idiosincrasia de la Cultura Ibérica. Aquí, no sólo se evidencia la retrospectiva visión simbiótica entre el símbolo y el soporte de la cultura que lo manifiesta, también puede demostrar que existe el empleo de la ambigüedad de la palabra en la cualidad trascendental de las cosas1.
Sumando análisis estructurales y espacios temporales, el origen de filiación fenicia influenciado por el comercio mediterráneo es palpable al final de la Edad del Bronce, en los umbrales de la Edad del Hierro, en la orfebrería de oro manifestada en reproducciones de amplia dispersión en el área Atlántica sur occidental peninsular. Una filiación presente en los torques y brazaletes de Berzocana (Cáceres), Sagrajas (Badajoz), Senhora da Guia (Lisboa) y Cantonha (Guimares). Todos ellos muestran una común simbología formada por incisiones en el contorno macizo del alambre o cordón, realizado a base de rombos reticulados y filetes que interactúan entre estos.
                                  

         Brazalete de Cantonha, Guimaraes (en Ruiz-Gálvez, 1989).


Tal y como señalan algunos autores de reconocido prestigio en temas de iconografía ibérica: “Los esfuerzos deben encaminarse a alcanzar –o crear-, a partir de determinadas claves desentrañadas por la repetición de signos, un código aproximado en torno a los lenguajes y las formas que permita llegar a un mejor conocimiento de la sociedad ibérica y su evolución, la verdadera finalidad de cualquier investigación histórica, sumando análisis, estructuralistas1 y espacio- temporales2” (Uroz Rodríguez, H. 2006).
La presencia de campanitas en necrópolis como la de Cabezo Lucero donde incluso aparece junto a un excepcional conjunto de armas, Tumba 63 (Uroz Sáez, 1993), lejos de invalidar mi teoría, complementa la idiosincrasia social ibérica, ya que se reafirma el amplio concepto de invocación filial entre la élite guerrera de los iberos. Según Uroz Sáez (1993:128), de  esta tumba procede un puñal con paralelos tipológicos de la cultura material de la Meseta relacionados con la cultura de “La Cogotas”.
Desentrañando en la repetición de signos, el armamento céltico de la Meseta peninsular tiene la peculiaridad de ofrecer la clara intención embellecedora de sus espadas con nielados de plata y cobre. Sin embargo, la empuñadura facetada es característica de las armas del foco meridional, y aparece siempre con decoraciones sinuosas y motivos entrelazados de gusto mediterráneo (Cabré de Moran y Baquedano Beltrán, 1997).
                           


          Espadas tipo Illora/Almedinilla de La Osera (Cabré y Baquedano, 1997).


Ciertamente, la decoración sinuosa de gusto mediterráneo que manifiesta este armamento puede estar cargada de un especial simbolismo. Empuñaduras como las que tienen las espadas del tipo Illora/Almedinilla, de la necrópolis de La Osera (Chamarin de la Sierra, Ávila) del siglo IV a. C., muestran los filetes circundantes en conexión simbólica con otros motivos. Merecen especial atención las palmetas, el esquema de las palmeras, símbolo de Oriente (López Pérez, 2006), por la presencia ideológica externa que eso conlleva; y las ovas o representación esquemática de la lengua, por su valor conceptual simbólico: el órgano de la palabra, la facultad privativa del hombre para la expresión de pensamientos y efectos.
En efecto, todo esto nos está indicando un lenguaje narrativo integrado en la simplicidad de las finas líneas paralelas. Signos convencionales de la Antigüedad que traducen con el símbolo la palabra hablada o escrita.
Tal y como sugiere Chapa Brunet (2003) en su trabajo sobre “la percepción de la infancia en el mundo ibérico”: Toda sociedad debe arbitrar un sistema eficaz para transmitir a sus descendientes los principios en los que se fundamenta, puesto que ello depende su propia perpetuidad.
Y este es el principal objetivo, lo esencial, descubrir la perfectiva que hace converger una idea con la sociedad de su tiempo, la finalidad de toda investigación arqueológica.
Sin lugar a dudas, establecer una misma lectura sujeta a un idéntico contexto semántico entre diversas obras, manifestando  una coincidencia simbólica, cronológica, espacial y territorial que influye en los factores culturales y sociales de su interpretación, es un hecho que revela el verdadero significado de un símbolo. Además de manifestar las pautas de un código narrativo compartido, con el valor conceptual de una composición basada en un sistema de analogías. Cualidad trascendental, simbiosis y ambigüedad2 (López Pérez, 2011).
 Seguidamente, respondiendo a dinámicas iconográficas comparadas en el marco del surgimiento de estados arcaicos en el Mediterráneo antiguo, nos introduciremos en el arte cretense o minoico desarrollado durante la Edad del Bronce (3000-1100 a. C.) en la isla de Creta. Se trata de la doble hacha, que para los minoicos estaba considerada un ornamento sagrado de relevante importancia en su religiosidad. Poco o nada se puede afirmar más sobre el contenido simbólico atribuido por esta gran cultura. La arqueología no ha sabido dar una explicación convincente o en todo caso un cumulo de  interpretaciones muy discordantes. Ahora, podemos contemplar con otros ojos los motivos ornamentales que se representan en la doble cara de sus hojas. Dichos motivos están formados por conjuntos de finas líneas paralelas incisas sobre el contorno curvilíneo de su forma que, en nuestra Cultura Ibérica simboliza la filiación. En el aspecto formal repetido de los ejemplares cretenses predomina la representación de filetes oblicuos incisos en el centro del hacha, produciendo una causa-efecto descendente. Transmiten la ambigüedad de la palabra  con el propio símbolo.
Establezcamos pues, una conexión interpretativa donde la narración guarde un contexto simbólico, social, con las fuentes literarias clásicas y arqueológicas.
   
                  


                                 


       Hachas cretenses de oro (Museo Arqueológico                                          Reproducción de doble hacha
      de Heraklion, Atenas) (en C. Miconi, 2010).                                                 (Dibujo de A. López Pérez)


En la antigua ciudad de Labraunda en Caria (Asia Menor) se veneraba a una divinidad llamada Zeus Labraunda. Un dios que se representaba portando un hacha doble denominada Labrys. El historiador, biógrafo y ensayista griego Plutarco (120-50 a. C.) recuerda un mito que además de explicar el origen de esta hacha en Labraunda, nos puede hacer ver esa esencial interpretación asignada como “descendencia filial”  en reinados  de gobernantes femeninas, e incluso la filiación del propio dios.
En el mito se menciona que Hércules, después de haber matado a la reina de las amazonas Hipólita, le quitó, junto al resto de la armadura, un hacha que entrego como presente a la reina de Lidia llamada Ónfale. Los reyes descendientes de Ónfale, fueron los encargados de transmitir de padres a hijos su custodia y de erigir una estatua a Zeus con esta hacha en la mano, recibiendo el sobrenombre de Labrandeo.  
 En la mitología, las amazonas eran un pueblo de mujeres guerreras descendientes de Ares, hijo de Zeus, y  al igual que la diosa principal de las amazonas, Artemisa, el propio Hércules era también considerado hijo de Zeus. Incluso el rey Minos fue uno de los tres hijos  que tuvo con Europa, heredando la corona de Creta. La descendencia filial manifestada por los cretenses, sin lugar a dudas es sagrada y tiene que ver con la propia descendencia filial de Zeus Labraunda. La palabra laberinto viene del lidio Labrys. Los estudios arqueológicos indican que el culto a Zeus Labraundeos en Labraunda podría ser mucho más antiguo de lo que Plutarco había imaginado (en C. Miconi, 2010). Y desde luego el origen etimológico de palabra Labrys y la interpretación de filiación en la ornamentación  del hacha cretense, lo confirma.
Según algunos descubrimientos arqueológicos realizados en Creta, esta hacha de doble filo era utilizada específicamente por sacerdotisas minoicas para usos ceremoniales: de todos los símbolos religiosos de la civilización minoica, el hacha era el más sagrado, de modo que la posesión de una de esas hachas por parte de una mujer nos puede dar una idea de su importancia en la cultura minoica.3
Sin lugar a dudas, los cretenses, quisieron  arbitrar un sistema eficaz para transmitir a sus descendientes los principios más sagrados en los que se fundamenta, puesto que ello dependía su propia perpetuidad. La descendencia filial cretense se hallaba en manos de la mujer. De hecho, estudios arqueológicos manifiestan que Creta fue la primera cultura europea matriarcal.
Pero el hacha no lo ha dicho todo, pues hay que añadir su intrínseca simbología manifestada en la cualidad trascendental del objeto. La doble hacha es, ante todo, una herramienta cortante de dos filos. El arte cretense muestra incluso hachas con simulación superpuesta de cuatro filos u hojas dúplices, lo que bien puede estar trasmitiendo una idea que interioriza la palabra “cortes”, la función primordial de un hacha. Y al igual que en la Cultura Ibérica, hay que analizar la ambigüedad de la palabra y buscar la simbiosis narrativa simbólica.
Una de las acepciones de la palabra CORTE hace referencia al conjunto de personas que componen la familia y la comitiva del rey. Recordemos el mito narrado por Plutarco, Hércules le quitó el hacha a una reina y se la entregó a otra. A todo esto, hay que añadir que la doble hacha sea un signo predominante sobre los muros del Palacio Santuario de los reyes de Cnosos (Miconi, 2010), o se halle pintada en un sarcófago de carácter regio. Y quizás sea preciso mencionar el sustantivo femenino que contiene la palabra “hacha” y “corte” para conjugar correctamente con la frase resultante, sea en plural o en singular.
Todo lo expuesto, decide que la simbología del hacha cretense y su iconografía conjugue el ideograma narrativo de un lenguaje determinativo con un gran sentido histórico: La descendencia filial de la corte.



Autor: Abelardo López Pérez



Bibliografía

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Arribas, A. y Wilkins, J. (1969): La necrópolis fenicia del Cortijo de las Sombras (Frigiliana, Málaga). Pyrenae 5: 185-244. Barcelona.
Blánquez Pérez, J. (1990): La Formación del Mundo Ibérico en el Sureste de la Meseta. Estudio Arqueológico de las necrópolis ibéricas de la provincia de Albacete. Instituto de Estudios Albacetenses. Albacete.
Blánquez Pérez, J. (1997): “Las necrópolis ibéricas en el actual territorio de Castilla La Mancha”. 1as Jornadas de Arqueología Ibérica en Castilla-La Mancha. Toledo 1999, pp.49-87.
Cabré de Moran, E. y Baquedano Beltrán, Mª. I. (1997): “El Armamento Céltico de la II Edad de Hierro”. La Guerra en la Antigüedad. Una Aproximación al Origen de los Ejércitos en Hispania. Sala de Exposiciones, Plaza de España, 8. Madrid.
Chapa Brunet, T. (2003): “La percepción de la infancia en el mundo ibérico”. Trabajos de Prehistoria 60 nº 1, pp. 115-138.
Guerin, P.; Calvo Gálvez, M.; Grau Almero, E. y Guillen Calatayud, P. M. (1989): “Tumbas infantiles en el Castellet de Bernabé (Liria, Valencia)”. En Inhumaciones infantiles en el ámbito mediterráneo español (siglos VIII a. E. al II d.E.). Cuaderno de Prehistoria y Arqueología Castellonenses 14: 63-132.
Guerin, P. (2003): El Castellet de Bernabé y el Horizonte Ibérico Pleno Edetano. Servicio de Investigación Prehistórica. Serie de Trabajos varios Núm. 101. Valencia.
Gómez Bellard, C. (1983): Urna de orejetas con incineración infantil del Puig des Molins, en Trabajos del Museo Arqueológico de Ibiza 9, Ibiza.
Gómez Bellard, C. y Gómez Bellard, F. (1989): “Enterramientos infantiles en la Ibiza fenicio-púnica”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses, 14, pp. 211-238.
López Pérez, A. (2006): “La palmeta: Imagen y simbolismo”. Revista de Arqueología, nº 305. Madrid, pp. 52-61.
López Pérez, A. (2011): “Iberos, Lenguaje iconográfico”. Revista de Arqueología. nº 367, Madrid, pp. 14-27.
Miconi, C. (2010): La Doble Hacha Cretense. Centro de Estudios –Parque de Estudio y Reflexión de Punta de Vacas. Agosto 2010. (Traducido al español por J. Castelos y C. Hernández).
Uroz Rodríguez, H. (2006): El Programa Iconográfico de la “Tumba del Orfebre” de Cabezo Lucero (Guadamar del Segura, Alicante), en 1.1.- La sociedad ibérica a través de la iconografía. Planteamiento del Trabajo. Monográficos del Museo de Arte Ibérico de El Cigarralejo, 3. Murcia.
Uroz Sáez, J. (1993): “Armas y objetos de metal en la necrópolis de Cabezo Lucero”, en AA.VV., La necrópolis ibérica de Cabezo lucero (Guadamar del Segura, Alicante). Madrid-Alicante, 119-134.
Ruiz-Gálvez Priego, M. (1989): “La Orfebrería del Bronce Final. El poder y su ostentación”, en   El oro en la España Prerromana, número extraordinario de Revista de Arqueología, Madrid: pp. 46-67.

1 Idiosincrasia Ibérica: la cultura imperdible  (www.iconoteorema.blogspot.com)
2  Bibliografía de Abelardo López Pérez  (www.youtube.com/watch?v=66syjM_if70)                    
3 http://es.wikipedia.org/wiki/Labrys